Noche de cuentos

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Era hace una vez en el reino olvidado de Arkadia, una princesa de cabellera oscura, ojos marrones de esos que te quitan el sueño, labios dulces y delicados, un cuerpo seductor delineado por el mismísimo Dios y un corazón tan puro que conquistaría al temible dragón Ícaro de las mazmorras de Blane. La princesa llevaba de nombre Carter, un nombre curioso para una chica no. Ella había sido capturada por el malévolo hechicero Magnus de la región del bosque de los suicidas, usando magia negra y maldad creó a un monstruo hecho de tijeras filosas haciendo imposible acercársele.

A pesar de no poder tocar a ese monstruo de tijeras, la princesa estaba obligada a abrazarlo cada noche, cortando su hermoso cuerpo y derramando ese líquido escarlata sobre las rocas silenciosas de la Cueva de Factis. Las lágrimas de la princesa se derramaban a diario, entre la noche ella pedía auxilio a los cuatro vientos, ser salvada, ya no quería sufrir.

Todos los habitantes de Arkadia sabían sobre la princesa Carter, pero sus intentos de salvarla eran en vano, ese ser filoso asesinaba a diestra y siniestra a todos los guerreros que lo desafiaban…la princesa parecía no tener esperanza. Hasta que un día, de las tierras frías de Reux un joven delgado de cabellera castaña, tez morena clara (extraño) solitario y pesimista llego al reino olvidado. Al llegar, la historia de la princesa llegó a sus oídos en cuestión de minutos y sin pensarlo, fue corriendo a la armería del pueblo, cogió una espada de plata con mango de diente de lobo negro, proveniente del rio Hellum.

Corrió y corrió a toda prisa hacia la Cueva de Factis a por la princesa, el sudor de su frente era frío, el chico, de nombre Daleck, tenía miedo, miedo a morir a manos de esas tijeras, pero algo en su corazón le decía que esa princesa lo necesita. Cuando llego a la entrada de esa sombría cueva, empuñó la espada y fue con todo el valor del mundo a degollar a ese monstruo de tijeras, acercarse le costó un par de cortes en sus brazos, piernas, pecho, abdomen y cara, pero no le importó, pues el deseo de ayudar a esa princesa le daba fuerzas para seguir. Cuando asesinó por fin al malévolo monstruo fue corriendo a la entrada de la prisión de la princesa Carter. De un golpe rompió la cerradura y cuando entró…vio a la princesa llorando, con la mirada perdida, Daleck fue corriendo a sus lado, la abrazó, le beso y le dijo:

-Tranquila pequeña, yo te cuido.

Cuentan las leyendas que aún ven a esa feliz pareja navegando por la orilla del rio Hellum en compañía de los lobos negros cantándole a la luna. Daleck escribe poemas a diario para su princesa, besa sus cicatrices y ella las de él, se cuidan el uno al otro…dicen las leyendas que vivirán felices para siempre por el resto de los tiempos. Fin.

***

-Ahora a dormir niños que mañana deben ir al cole, papá debe ir a trabajar al igual que su madre –les dijo el hombre a sus hijos.

-Por favor papi, sigue con la historia –dijo la menor de sus hijas.

-No puedo Annie, tu mamá me espera, sabes que no duerme si yo no estoy en la cama. Descansen hijos.

-Buenas noches papá –gritaron al unísono los tres niños (un varón y dos pequeñas).

-Hasta mañana Dante, hasta mañana Alice, hasta mañana pequeña Annie. Descansen –se despidió el padre besando a cada uno de sus hijos y cerrando la puerta tras de él.

Al llegar a su alcoba, su esposa preguntó. -¿Y ahora qué historia les contaste?

-La historia sobre la princesa de Arkadia –dijo el hombre metiéndose bajo las sábanas.

-Cariño, me encanta que les cuentes historias a los niños. Mi gran escritor –le susurro la mujer a su esposo, le dio un beso en los labios y lo abrazó.

-Descansa pequeña…yo te cuido –agregó el hombre antes de apagar la luz.

de Daniel V. Publicado en Prosas

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